Modificación de conducta
Uno de los mayores problemas que se encuentran los maestros en el aula son los problemas conductuales que interfieren en el aprendizaje del alumno y no le permiten desarrollar al máximo su potencial. La mayoría de las veces, y sobre todo si se está trabajando con cursos de Ed. Infantil, las conductas básicas que facilitan el aprendizaje no las han adquirido, y es responsabilidad del maestro tutor trabajar para establecerlas, pues no podemos olvidar que la etapa de Ed. Infantil se considera una etapa preventiva. Por todo ello, debemos adelantarnos a posibles dificultades de aprendizaje y comenzar a establecer límites y modelos de actuación que favorezcan una correcta dinámica de enseñanza-aprendizaje.
Los programas de modificación de conducta no sólo se utilizan en casos considerados “problemáticos” por la gravedad de la situación, sino que es aconsejable utilizarlos antes de que aparezcan situaciones conflictivas, como medida preventiva y usando el programa de manera positiva para enseñar y no para corregir. Estos programas son útiles en cualquier etapa educativa, siempre y cuando se sepan adaptar las tareas, las recompensas y el material a la edad e intereses de nuestros alumnos.
Un programa de modificación de conducta en el aula debe ser elaborado con el apoyo de un psicólogo, psicopedagogo u orientador, pues se necesita un trabajo previo de observación, análisis del contexto, establecimiento de rutinas, etc. Es muy importante tener en cuenta los siguientes aspectos para que el trabajo sea efectivo y no consigamos el efecto contrario:
– Analizar qué conductas queremos eliminar y por qué. Siempre establecer la conducta que queremos que se siga en su lugar (no podemos decirle a un niño que no haga algo y no darle la alternativa de lo que debe hacer).
– Observar el contexto y ver qué factores influyen en la realización de esa conducta (falta de organización, actitud del maestro, etc).
– Establecer pocas conductas a modificar, acorde con la edad del niño. Es mejor ir poco a poco, eliminando aquéllas que consideremos más disruptivas, e ir cambiándolas por otras más específicas a medida que avancemos.
– Ser claros y cumplir con nuestra parte. Debemos crear confianza en el alumno, de manera que él sepa cuáles son las consecuencias que tendrán sus actos, tanto positivas como negativas, y acotar muy bien qué consideramos mala conducta y buena conducta, para que no haya malos entendidos. Siendo siempre fieles a la norma acordada hacemos que el alumno se sienta más seguro, pues conoce las consecuencias de lo que ocurrirá según sus actuaciones y esto le permite prever qué ocurrirá.
– Consensuar los premios. El programa de modificación de conducta no es un castigo, sino un acuerdo donde se establece un premio por los logros conseguidos. Si un día no hay logro, no hay castigo, simplemente el premio está más lejos de conseguirse.
– Darle la importancia que se merece dentro del aula, creando un lugar específico donde poder mostrar las tablas de objetivos de los alumnos. Si nosotros, como maestros, lo valoramos dotándolo de un espacio físico y de un tiempo de atención dentro del aula, los alumnos también lo valorarán.
Al principio de este artículo, en color morado y con el título “Modificación de Conducta” figura un link con varios materiales para llevar a la práctica un programa de modificación de conducta. Se pueden usar para objetivos diarios, o una tabla para cada objetivo o como referencia para crear un material más acorde con el grupo de alumnos con el que se trabaje. Cada vez que se cumpla el objetivo se coloca una pegatina, un sello o se hace un dibujo en uno de los cuadrados, de manera que visualmente es muy fácil comprender qué días se ha conseguido el objetivo y cuántos días quedan para conseguir el premio.
Es importante que cuando se coloquen las pegatinas se explique por qué un niño la ha conseguido o por qué no, dando entonces la explicación de cómo sí podría haberla conseguido. Por ejemplo, si estamos buscando que los alumnos sean autónomos a la hora de ordenar sus libros de texto en sus casilleros y comprobamos si al final del día se ha conseguido, explicaremos al alumno que no ha cumplido el objetivo fijado cómo debería haberlos colocado (“este libro es muy grande y si lo pones aquí tumbado, el resto ya no caben de pie y los tienes que dejar también tumbados y desordenados. Es mejor si pones el libro grande en este lado y así te queda espacio para colocar los demás en orden, sin que se arruguen. Además, si guardas el estuche abierto, los bolígrafos se caen y mañana cuando cojas el estuche te faltará algún bolígrafo y tendrás que levantarte al casillero, molestando a tus compañeros que ya estarán concentrados trabajando. Estoy segura de que mañana lo harás mucho mejor, y si necesitas ayuda, pídemela y juntos lo haremos muy bien“). No debemos dar por hecho que ya saben cómo hacerlo, por mucho que nos parezca “lógico” o “de cajón”. Nuestra actitud debe ser positiva, de ayuda y de comprensión, pero sin saltar los límites o normas que hemos acordado, pues sería injusto para los demás.
Por último, sería aconsejable convocar una reunión de padres para explicarles el programa y pedirles su colaboración, para que ellos también le den importancia y pregunten en casa por los objetivos cumplidos, valorando el esfuerzo de su hijo. Asimismo, aquellos maestros que entren en nuestra clase deben saber que se está realizando este programa para respetarlo o incluso colaborar con nosotros.